lunes, 11 de julio de 2011

LA FIGURA HUMANA

Llueve y está mojada

la carretera…

Se levantó de su butaca y de un golpe seco, apagó la radio. La canción de Julio Iglesias se quedó flotando por la habitación, hasta que el gato la deshizo en mil pedazos con el movimiento aburrido de su cola.

Se acercó al ventanal y descorrió levemente el visillo. Fuera, comenzaba a caer una niebla fina sobre la plaza. La Catedral apenas se distinguía entre las sombras del atardecer. Abrió el balcón y el ruido rebotó contra los soportales de las casas al otro lado de la plaza, junto a la Catedral. Se acodó en la barandilla, respirando el frescor húmedo que envolvía todo. Arrancó unas flores secas de los geranios, que se marchitaban lentamente.

Miró hacia la Puerta Grande, el hueco en la muralla del pueblo que comunicaba la plaza con la zona exterior del mismo, por donde transcurría manso el río. Con la niebla no se distinguía mucho, pero le pareció ver un bulto negro, que se movía entre las sombras. Serían imaginaciones suyas, pensó, en esta ya noche solitaria, pero la novedad hizo que se le acelerara el pulso. El frío comenzaba a mecerse entre sus hueso, pero no se metió dentro. La curiosidad podía más y sobre todo ahora, que no tenía nada mejor que hacer.

El bulto negro comenzó a moverse por la plaza. Sí, no era fruto de su mente, el bulto se iba transformando en una figura humana. Tensó sus brazos, se agarró con fuerza a la balaustrada de hierro y aguzó la vista. Si seguía ese camino, pasaría por debajo de su balcón.

Sus pasos resonaban sobre los guijarros de la plaza, secos, rotundos. La figura humana estaba ya casi debajo, podía verla con claridad a pesar de la niebla. Su corazón se aceleró más, era su oportunidad, ¡ahora o nunca! Tosió enérgicamente desde su balcón, carraspeó con ansia, para llamar su atención y hacer notar su existencia en ese balcón, de esa plaza, de ese pueblo.

En ese instante, justo debajo de su balcón, la sombra frenó levemente su marcha, sus pasos sonaron menos rotundos, como los de un chiquillo pillado en falta. Levantó por unos segundos su cabeza, buscando a la persona que había turbado con aquellas toses el silencio de la plaza.

Desde su balcón vio su gesto, buscó su mirada con la suya, sonrió y comenzó a levantar su brazo en señal de saludo.

Pero su gesto quedó helado en la noche, su brazo cayó inerte de pronto y la sonrisa se hizo añicos contra los geranios de su balcón. Abajo, alguien había frenado levemente su marcha, para recomponerla nuevamente y con más fuerza que antes.

Sintió de pronto todo el frío de la noche en su alma. Se entró en su casa y cerró el balcón silenciosamente. Recompuso los visillos, acarició al pasar al gato y se sentó de nuevo. La figura humana estaría ya en la calle Mayor. Lo figura humana de lo que pudo ser y nunca sería.

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